TRANSHUMANOS

Que la revolución de la tecnología ha cambiado nuestra forma de vida es algo que ya hemos asumido, así como que lo seguirá haciendo en los próximos años. Es más, algunos científicos postulan que, incluso, se podrían propiciar modificaciones en nuestra fisionomía derivadas del uso continuado de dispositivos electrónicos. Con todo, el impacto que puede llegar a tener en la humanidad no se limita a estas consecuencias, sino que trasciende hasta llegar a plantear la implementación de dispositivos tecnológicos en el ser humano con el fin de mejorar y expandir las capacidades biológicas humanas. La corriente de pensamiento que apuesta por esta propuesta es lo que se denomina transhumanismo.

Ciborgs, biohackers y grinders, diferentes vertientes del transhumanismo.

 

Estos vocablos anglosajones hacen referencia a tres grupos fundamentales de seguidores de esta tendencia (algunos de sus exponentes participan de los tres) y que se caracterizan por la manera en la que contribuyen a materializarla:

 

Ciborgs: este término quizás no te resulte tan desconocido, ya que se introdujo en el pasado siglo en el género de la ciencia ficción. Denomina a los seres formados por materia viva y dispositivos electrónicos, y uno de los arquetipos más recordados en la memoria colectiva es el protagonista de la saga Terminator. Dentro de esta categoría, se pueden incluir casos reales, como el de Neil Harbisson, el primer ciborg reconocido por un gobierno, quien porta una antena auditiva implantada en su cerebro que le permite, mediante señales sonoras, identificar los colores, algo que no podía hacer debido a una discapacidad. Otros ejemplos llamativos son el del cineasta, Rob Spence, que lleva insertada una cámara de vídeo en un ojo o el del español Manel Muñoz, con un dispositivo instalado en la parte posterior de su cabeza que le posibilita percibir los cambios atmosféricos.

 

Biohackers: nombre dado a quienes desarrollan el Biohacking, que suele traducirse como “biología de garaje”, puesto que se lleva a cabo en paralelo al trabajo de las instituciones científicas oficiales. Esta tendencia persigue, mediante la aplicación de la tecnología, hallar soluciones asequibles y accesibles para combatir problemas de salud y para mejorar la calidad de vida. Los biohackers suelen, incluso, emplear su propio cuerpo para investigar y probar sus experimentos; tal es el caso de un neurocientífico ucraniano, Andrew Vladimirov, quien se conectó su propio invento para modular su estado anímico mediante electromagnetismo.

 

Grinders: con este vocablo también se podría nombrar a ciertos biohackers, ya que, alude a quienes experimentan consigo mismos, pero llevándolo al extremo, sin preocuparles los perjuicios que pueda conllevar a su salud.

Lograr la inmortalidad

 

Convertir en realidad esta utopía es la última finalidad que persigue el transhumanismo, e incluso, hay algunos que se aventuran a fechar cuándo será posible la consecución de esta quimera. Según defiende el ingeniero José Luis Cordeiro, para el 2045 las innovaciones tecnológicas aplicadas al ser humano posibilitarán que "La muerte será una opción, no un destino”.